miércoles, 12 de mayo de 2010

El evismo y la demagogia ambientalista






a ver opiniones acerca de ese articulo, sera cierto que es el indio sagrado?? nosotros ya tuvimos uno por aca.


El 29 de agosto de 2009 la Asamblea General de Naciones Unidas nombró al Presidente de Bolivia Juan Evo Morales Ayma "Héroe Mundial de la Madre Tierra". En la entrega de la distinción, el presidente de la Asamblea General de la ONU, Miguel D'Escoto Brockmann, señaló que el presidente Morales es “el máximo exponente y paradigma de amor a la madre tierra en este mundo”, ya que Evo demostró que los problemas ambientales "causados por los antivalores de individualismo, codicia, egoísmo e irresponsabilidad social y ambiental sólo pueden ser superados por el espíritu y la práctica de la solidaridad". D’Escoto destacó que “los valores de nuestros pueblos originarios son expresados a través de él".
El presidente, por su parte, destacó que la experiencia de Bolivia, al plantear "vivir en armonía con la defensa de la Madre Tierra", tiene repercusión a nivel internacional y es un reconocimiento a los antepasados.
Ya en esta ocasión, Morales planteó la necesidad de aprobar en las Naciones Unidas los Derechos de la Madre Tierra.
En esa línea, el gobierno boliviano organizó en Cochabamba la “Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra”, del 19 al 23 de abril del presente año. La Conferencia tomó relevancia mundial únicamente por las palabras ingenuas del Presidente en el discurso inaugural, al señalar que "cuando los hombres comen esos pollos (cargados de hormonas femeninas), tienen desviaciones en su ser como hombres", o que “la calvicie que parece normal es una enfermedad en Europa, casi todos son calvos”. A estas dos frases ya célebres, Evo añadió una sarta de despropósitos al mezclar el ambientalismo climático con el ataque a la Coca-cola (que sirve para destazar el baño), a la papa holandesa (que supuestamente tiene hormonas de pescado), a los transgénicos (que dice que sirven para comer pero no para alimentarse) o a los medicamentos occidentales (a los que contrapone la manzanilla como supuesto remedio indígena).
La Conferencia, ya desacreditada internacionalmente desde entonces, plasmó sus conclusiones en el Acuerdo de los Pueblos. Su elemento más destacado es la demanda reiterada de recortes drásticos de emisiones de gases de efecto invernadero en los países ricos (del 50%) y la exigencia de pago en efectivo de fondos compensatorios de todo tipo a los países en desarrollo por las consecuencias del cambio climático “causado por ellos”, mientras que de parte de los países en desarrollo no se asume absolutamente ningún compromiso, es más, se considera inaceptable el establecimiento de cualquier tipo de limitaciones a su desarrollo. Se plantea que los bosques y los parques y reservas naturales deben ser entregados a los pueblos campesinos, indígenas y originarios para que los manejen a su manera, y que los fondos por almacén de carbono se deben entregar a los países del Sur para que éstos los gestionen de forma independiente sin ningún tipo de condicionantes. Además, se plantea que los fondos se deben entregar por hectárea de bosque existente y no por hectárea de reducción de la deforestación, con lo cual se puede dar el contrasentido de que los mismos fondos entregados por almacén de carbono sirvan para financiar el desmonte.
El otro documento elaborado en la Cumbre es el “Proyecto de Declaración Universal de Derechos de la Madre Tierra”, una sarta de principios bien intencionados dirigidos al establecimiento de derechos para “la Madre Tierra y todos los seres que la componen (…), sin distinción de ningún tipo, como puede ser entre seres orgánicos e inorgánicos, especies, origen, uso para los seres humanos, o cualquier otro estatus”. Sin embargo, su definición genérica (derecho a la vida y a existir, a ser respetada, al aire limpio, a la salud integral, etc.) y la generalidad de los sujetos de derecho (Madre Tierra, seres orgánicos e inorgánicos) deja vacía de contenido a esta Declaración, que queda en poco más que un brindis al sol.
Según las tesis de Morales y del Acuerdo de los Pueblos, todos los males de la humanidad vienen de los países del norte y su modelo capitalista. En consecuencia, hay que acabar con este modelo de desarrollo y exigir que los países ricos paguen a los países empobrecidos para que estos puedan “vivir bien”, que no es vivir en la abundancia sino tener las necesidades básicas cubiertas.
El Acuerdo denuncia al agro negocio y presenta como falsas soluciones a los agrocombustibles, geoingeniería, nanotecnología, tecnología Terminator y similares. Al mismo tiempo, denuncia como el modelo capitalista impone megaproyectos de infraestructura, invade territorios con proyectos extractivistas, privatiza y mercantiliza el agua y militariza los territorios expulsando de ellos a los pueblos indígenas y campesinos, impidiendo la Soberanía Alimentaria y profundizando la crisis socioambiental.
Es ilustrativo contrastar todas estas declaraciones y reconocimientos con la realidad actual del proyecto evista.
Bolivia vive fundamentalmente de la explotación de los hidrocarburos (particularmente del gas), que en 2009 generaron el 51% de los ingresos por exportaciones; le siguen en importancia la explotación minera (22%), la industria manufacturera (22%) y la producción agroindustrial de soya (5%). Por lo tanto, Bolivia es un país de perfil marcadamente extractivista, y Evo no solamente no ha combatido este modelo sino que lo ha fomentado, puesto que su proyecto político se financia con los fondos generados especialmente por la exportación del gas. Por su parte, el gobierno no se ha enfrentado a la producción agroindustrial de soya, que anualmente deforesta 60 mil hectáreas de monte y que hasta el momento ha deforestado casi un millón de hectáreas, sino que se limita a fomentar la producción por parte de pequeños productores a través de la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA).
Un eje central de la política del gobierno son los megaproyectos de infraestructuras: carreteras, líneas eléctricas, líneas férreas, gasoductos, represas, etc. Para ello se trabaja en conjunto con países vecinos y amigos, como Brasil y Venezuela, con quienes se planifica la construcción de una red de carreteras en la Amazonía, el establecimiento de un gasoducto trans-amazónico o la construcción de múltiples represas sobre el río Madeira y sus afluentes. Cabe señalar que este es el principal afluente de la mitad sur de la cuenca amazónica, que aporta al Amazonas gran cantidad de sedimentos andinos y que se encuentra entre los 10 ríos más largos, caudalosos y con mayor biodiversidad del mundo, además de acoger a gran cantidad de pueblos indígenas.
En Bolivia destaca el impulso dado a la aprobación de proyectos para la construcción de carreteras en toda la región amazónica atravesando parques nacionales de enorme importancia ecológica donde viven múltiples pueblos indígenas amazónicos. Entre ellos cabe destacar la carretera Villa Tunari-San Ignacio, que atraviesa el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), afectando a yuquis, yurakarés y mojeños (y beneficiando a colonizadores, cocaleros y comerciantes cochabambinos), y la carretera Apolo-Ixiamas-Puerto Chivé, que atraviesa el Parque Nacional Madidi (una de las reservas naturales con mayor biodiversidad del mundo), afectando a comunidades takanas (y beneficiando a colonizadores y cocaleros andinos).
Al mismo tiempo, el gobierno está impulsando la elaboración de proyectos para la construcción de represas en los principales ríos del norte amazónico del país (Beni y Madre de Dios), en coordinación y con el financiamiento (a crédito) del gobierno del Brasil, que está construyendo dos enormes represas sobre el río Madeira (San Antonio y Jirao). Estos proyectos afectarán directamente a comunidades takanas, esse-ejas, cavineñas y chácobos en territorio boliviano, así como a otros pueblos indígenas en la parte brasileña. Cabe destacar que la represa proyectada de Cachuela Esperanza, sobre el río Beni, inundará una superficie de 690 km2 (3 veces más que cualquiera de las dos brasileñas) para producir 990 MW (tres veces menos que las dos brasileñas), que la empresa que la construirá será brasileña y que la energía que producirá irá destinada a la exportación hacia el Brasil. En cambio, esta represa deberá ser pagada con intereses por el gobierno boliviano y se prevé que intensifique gravemente las inundaciones de la llanura beniana, lo que afectará a buena parte del departamento del Beni (más de 100 mil km2) impactando gravemente en la vida de cientos de comunidades indígenas y campesinas. Finalmente, cabe señalar que la construcción de represas en suelos amazónicos genera unas emisiones de gases invernadero superiores a las centrales termoeléctricas que funcionan con gas, carbón o diesel producto de la descomposición de la inmensa cantidad de materia orgánica presente en el área inundada.
Otro eje central de la política evista, compartida por los principales partidos y dirigentes del Oriente, es la explotación de los recursos naturales en megaproyectos extractivistas realizados, en su mayoría, en territorios indígenas. El artículo 319 de la Nueva Constitución Política del Estado Boliviano señala que “La industrialización de los recursos naturales será prioridad en las políticas económicas, en el marco del respeto y protección del medio ambiente y de los derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos y sus territorios”. Esa misma constitución establece el derecho de consulta previa obligatoria (pero solo de consulta) respecto a la explotación de recursos naturales no renovables en los territorios indígenas, y considerando el prebendalismo que caracteriza el accionar del gobierno y la pobreza de las comunidades es fácil de imaginar cómo se comprará el visto bueno de los dirigentes a los megaproyectos.
Actualmente, en Bolivia se ha concesionado la explotación de un cerro entero de hierro en El Mutún, cerca del Pantanal, que será explotado a cielo abierto, con las consecuencias previsibles para los ecosistemas acuáticos. En el extremo suroeste del país se está en proceso de elegir a la empresa que explotará en régimen de concesión el salar de Uyuni para la extracción de litio. En el norte amazónico, en una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta, se quieren establecer varios proyectos gasíferos y petroleros, que afectarían al Parque Nacional Madidi. En el sur chaqueño se están ampliando los pozos para poder abastecer la demanda creciente de gas producto de los nuevos contratos de exportación firmados con Argentina y Brasil.
Por otro lado, el evismo estimula la colonización del Oriente amazónico del país por parte de campesinos andinos (quechuas y aymarás) que se distribuyen las tierras “baldías” para el cultivo de coca y otros productos utilizando agroquímicos, cortando bosques y desplazando a indígenas de tierras bajas. Este proceso de colonización por cientos de miles de pequeños campesinos es la segunda causa de deforestación en el país por detrás de la agroindustria. Pero Evo no sólo los apoya a ellos, sino también a los agricultores cochabambinos mecanizados que con sus tractores tumban monte en cantidades industriales en la región situada entre Santa Cruz y Trinidad, en territorio guarayo, para sembrar arroz y soya de forma itinerante en un régimen de agricultura migratoria a gran escala muy similar al modelo agroindustrial cruceño. Los costes ambientales de esta actividad son enormes, pero el gobierno la estimula como parte de la “soberanía alimentaria”.
Por lo tanto, en la praxis vemos cómo el evismo tiene una visión tan extractivista como la tuvieron los dirigentes anteriores del país, tanto en el período republicano como colonial. El enriquecimiento no se plantea en términos productivos, sino que se basa en el ordeño a ultranza de la tantas veces invocada Pachamama. Y a ese extractivismo tradicional boliviano se le añade un desarrollismo en una intensidad que Bolivia no conoció nunca antes.
La construcción de carreteras y líneas eléctricas es una necesidad real en un país con unas comunicaciones viales absolutamente deficientes y donde todavía existen departamentos cuyas ciudades se abastecen con motores generadores de luz. Sin embargo, no tiene sentido elaborar y defender internacionalmente un discurso diametralmente opuesto a tu programa de gobierno. Por otro lado existe, principalmente en el presidente, un desprecio absoluto hacia cualquier cuestionamiento ambiental en relación a la construcción de estas infraestructuras, con una actitud que recuerda al desarrollismo franquista de tan nefasto recuerdo y que todavía impregna el paisaje español. Esta actitud, por otro lado compartida por sus amigos Lula y Chávez, probablemente tenga su origen en la experiencia personal del presidente como dirigente cocalero en una región donde existe un Parque Nacional (el TIPNIS) que ha sido avasallado y deforestado en su extremo sur por los colonizadores (a quienes representa todavía hoy el Evo como dirigente de las 6 Federaciones de Cocaleros del Trópico de Cochabamba) enfrentándose a indígenas de tierras bajas (yukis, yuracarés y mojeños), ONGs ambientalistas e instituciones del Estado.
En el pasado se estableció, a nivel global, una suerte de alianza estratégica entre ambientalistas e indigenistas que, si bien ha dado sus frutos, también ha conducido a una distorsión en la percepción internacional de los comportamientos, actitudes y forma de pensar de los indígenas. Recientemente Pablo Estefanoni distingue entre pachamamismo, indianismo y eco-ambientalismo inteligente. Me sumo a su tesis. El indianismo, es decir, el sentir de los indígenas sin filtros anti-sistémicos importados, busca el desarrollo económico por encima de todo. Lo primero que me pidieron las comunidades mojeñas en mi primera reunión como director de una ONG fueron recursos para el desmonte. Los indígenas quieren caminos, tractores, motosierras, energía eléctrica, educación. El eco-ambientalismo inteligente se plantea cómo solucionar y abordar los problemas ambientales generados por el desarrollo de manera que se puedan compaginar las actividades humanas dirigidas a un mayor bienestar con la preservación de un medio ambiente sano y funcional. En cambio, el pachamamismo consiste en una adulteración interesada de la cosmovisión indígena para adaptarla a un discurso anti-capitalista gestado en las universidades y ONGs del norte, que buscan asentar su crítica al sistema sobre los fundamentos ideológicos del pensamiento ancestral, buscando así una legitimación que rinde sus frutos en un mundo occidental hundido en una profunda crisis espiritual. Así, Evo y los pachamamistas fundamentalmente europeos establecen una suerte de alianza de mutuo beneficio, que les permite a los unos enraizar su discurso antisistémico en el indigenismo y a los otros adquirir un cierto liderazgo internacional.
Es en este contexto que debemos entender iniciativas como la de la Cumbre Climática de Cochabamba, o el reconocimiento de Naciones Unidas a Evo Morales. Sin embargo, no hay donde perderse. El pachamamismo se tambalea en el momento en que el Presidente toma la palabra y decide saltarse el discurso oficial elaborado por sus asesores (donde, por cierto, se perdía a cada rato, tropezando una y otra vez al pronunciar palabras y conceptos por él desconocidos) y poner un fragmento de su propia cosecha. Evo es indígena, no feminista, ni progre, ni ecologista, y cuando habla con su propia voz las masas de altermundistas occidentales que lo apoyan no pueden esconder las risas condescendientes o los silbidos burlescos. La alianza, entonces, aparece desnuda, y se le ve el plumero.


Jordi Pascual Sala

Bolpress



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